La pieza I only wish that I could weep (1996-2003) de The Atlas Group está planteada como un vídeo de found footage, un registro documental reciclado, ambiguamente descontextualizado. Y es que este trabajo de Walid Raad amaga una postura voluntariamente confusa que se sitúa muy cerca de la estrategia fake. Por un lado revela (a medias) una desviación entre la utilidad inicial del vídeo –consistente en favorecer el control y la seguridad– y el carácter artístico posteriormente asignado –a raíz de su presentación en galerías o museos como vídeo monocanal–; por otro, parece revelarse como la construcción artificial de esa misma artisticidad evocada. Pero vayamos por partes.
Este vídeo anónimo presentado por The Atlas Group consta de un serie de capturas aceleradas –mediante intervalos de tiempo breves– de gente diversa que pasea por el muelle The Corniche de la ciudad de Beirut (Líbano). Tal y como se indica en los créditos explicativos del principio, el vídeo, de cinco minutos de duración, es el documento de un oficial del ejército de inteligencia libanés, encargado de vigilar y registrar una pequeña parcela del paseo, desde la cabina de operaciones número 17. Al operador se le asignó una cámara con la que vigilar este espacio de encuentro de disidentes políticos, contrabandistas, espías y dobles agentes. Pero a medida que fueron pasando las jornadas el vigilante decidió dejar de lado el registro documental de las personas, para encuadrar la cámara hacia las diferentes puestas de sol del horizonte. En 1998 The Atlas Group recibió la cinta de vídeo atribuida al Operador #17 y la introdujo en su archivo de historia contemporánea del Líbano.
El texto inicial con el que empieza el vídeo sirve para situar al espectador. Pero esa misma argumentación permite mantenerse alerta sobre lo que se va a observar a continuación. En un principio se plantea la voluntad por esquivar la función práctica asignada a la herramienta tecnológica, y el deseo por registrar la belleza del paisaje. A medida que avanza el vídeo, la veracidad de su discurso queda puesta en duda. Basta investigar un poco sobre la figura de Walid Raad para descubrir su punto de vista sobre al Arte y los productos culturales –este artículo de Adrian Searle titulado "True lies" resulta muy ilustrativo–. The Atlas Group es el nombre de un grupo formado exclusivamente por él mismo. Aquí se encarga de preservar, estudiar y difundir documentos escritos, fotográficos, sonoros y audiovisuales que arrojan luz sobre el estado actual del estado al que pertence. El archivo está organizado en tres categorías diferentes, asignadas con las siguientes iniciales: Type A (atribuidas a individuos sin identificar), Type FD (documentos encontrados) y Type AGP (atribuidas a The Atlas Group). Todo ello conforma una reflexión sobre el poder semántico de la palabra, la supuesta objetividad de lo documental, el valor político de las imágenes o la facilidad por tergiversar el significado de la producción artística.
El texto inicial con el que empieza el vídeo sirve para situar al espectador. Pero esa misma argumentación permite mantenerse alerta sobre lo que se va a observar a continuación. En un principio se plantea la voluntad por esquivar la función práctica asignada a la herramienta tecnológica, y el deseo por registrar la belleza del paisaje. A medida que avanza el vídeo, la veracidad de su discurso queda puesta en duda. Basta investigar un poco sobre la figura de Walid Raad para descubrir su punto de vista sobre al Arte y los productos culturales –este artículo de Adrian Searle titulado "True lies" resulta muy ilustrativo–. The Atlas Group es el nombre de un grupo formado exclusivamente por él mismo. Aquí se encarga de preservar, estudiar y difundir documentos escritos, fotográficos, sonoros y audiovisuales que arrojan luz sobre el estado actual del estado al que pertence. El archivo está organizado en tres categorías diferentes, asignadas con las siguientes iniciales: Type A (atribuidas a individuos sin identificar), Type FD (documentos encontrados) y Type AGP (atribuidas a The Atlas Group). Todo ello conforma una reflexión sobre el poder semántico de la palabra, la supuesta objetividad de lo documental, el valor político de las imágenes o la facilidad por tergiversar el significado de la producción artística.